En esta sociedad en la que cada vez buscamos más la felicidad y la mal entendida salud plenas y en la que no somos capaces de entender y aceptar que la vida está llena de contratiempos, y cuando estos suceden no tenemos herramientas para sobrellevarlos y las buscamos en la sanidad. Olvidamos, muchas veces, que los médicos, al fin y a la postre, no somos más que “químicos” con una formación científica que utilizamos la farmacia para tratar signos, síntomas y enfermedades. Hay muchas cosas que se nos escapan de nuestros conocimientos y habilidades, sobre todo en el terreno de la psicología/ psiquiatría.
Lo primero que intentamos descartar cuando un paciente nos consulta sobre un asunto relacionado con somatizaciones físicas por un problema de ansiedad/ depresión, es que no se trate de nada físico. Por ello haremos pruebas y analíticas que por medio del descarte, nos confirme la sospecha clínica de problema psicológico. Posteriormente debemos valorar esa casi imperceptible barrera entre la patología y la interpretación personal del paciente y su forma de vivir los avatares propios de la vida. No todo es enfermedad y no todo se debe tratar en ese terreno. Por otro lado nuestras “armas químicas” son muy limitadas y no fueron diseñadas ni pensadas para combatir los contratiempos de la propia existencia.
Otras veces en nuestra práctica diaria nos encontramos con pacientes que, dentro de esa negación de la infelicidad, llegan a negar el propio paso del tiempo con lo que ello conlleva de bueno: sabiduría, templanza, sosiego, seguir vivo. Y lo que arrastra de negativo: molestias musculares y de todo tipo, pérdida de agilidad física y mental, deterioros múltiples… envejecer en definitiva. En estos casos no hay que buscar causas de estos síntomas, la causa es el inexorable paso de la vida. Nadie consulta porqué tenemos arrugas o canas a cierta edad, pero sí por la causa de la artrosis a esa edad. La respuesta es la misma: envejeces, y no podremos pararlo. Podemos hacer que tengas menos dolor, que te adaptes a vivir con menos agilidad, que te mantengas activo o activa para retrasar el deterioro todo lo posible, eso sí. Pero no podemos curarte.
Los productos milagro no existen, las terapias milagro no existen y la medicina milagrosa no existe. Queremos ser perfectos hasta el final de nuestros días, queremos no tener arrugas, ser ágiles y fuertes como jóvenes veinteañeros con medio siglo o más de existencia y queremos que la medicina y la química nos ayude a ello pero no nos damos cuenta de que no podemos ni debemos medicalizar la vida.